Para que esa “revolución” en el mundo de los trabajos y las profesiones triunfe (que debería triunfar por el bien de todos) es necesaria una Administración que facilite las cosas y no las dificulte, y que no intervenga en la economía y las relaciones entre los ciudadanos más allá de lo imprescindible. Lo más contrario a esa revolución laboral-profesional es un sistema administrativo rígido e intervencionista como el español donde 1) tienes que pagar una cuota fija alta por trabajar como autónomo, aunque no factures, y 2) si no estás en la clasificación de actividades (epígrafes de Hacienda) no existes, y 3) tienes quie lidiar con un montón de trámites, impuestos y tasas para ejercer una actividad.
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